martes, 22 de marzo de 2011

Compromiso (qué bonita palabra)

Quisiera recuperar mi guitarra, abandonada en el rincón más alejado (y no solo de mi habitación). También quisiera, más que tocarla, acariciarla, sentirla, respirar cada nota y notar cada cuerda casi como noto tu piel en mi piel. Casi. Pero hoy mis manos sólo la tocarían para hacerla añicos contra el suelo.
Quisiera volver abrir mi libreta roja y abrirme yo un poco más en ella, como hacía tan a menudo. Pero al parecer sellé su cubierta a golpe de candado y no puedo recordar dónde guardé la llave. Y lo peor de todo es no poder recordar un cuándo, un cómo o un por qué.
Quisiera perderme entre las historias de mis libros, de la gente, de los genios que pisaron el suelo que yo piso, del más cercano y del más lejano, el más querido y el más odiado. Historias que en su día lograron empañar mi mirada y que hoy no puedo saborear por temor a que se me nuble.
Quisiera no sentir esa extraña y desagradable sensación que se enreda entre mis sábanas en medio de la noche y me dice que voy a necesitar aferrarme a algo más sólido que una almohada si quiero soñar y recordar mis sueños  a la mañana siguiente.

Abrazar y no comprender nada. Bailar en la cuerda floja y sentir vértigo al mirar al frente. Saber que todo tiene su oportunidad y distinguir cuándo es nuestro momento.

Hoy .

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